miércoles, 31 de diciembre de 2014

"El brindis del bohemio", del escritor potosino Guillermo Aguirre y Fierro.

EL BRINDIS DEL BOHEMIO.
por Guillermo Aguirre y Fierro.

En torno de una mesa de cantina,
una noche de invierno,
regocijadamente departían
seis alegres bohemios.

Los ecos de sus risas escapaban
y de aquel barrio quieto
iban a interrumpir el imponente
y profundo silencio.

El humo de olorosos cigarrillos
en espirales se elevaba al cielo,
simbolizando al resolverse en nada,
la vida de los sueños.

Pero en todos los labios había risas,
inspiración en todos los cerebros,
y, repartidas en la mesa, copas
pletóricas de ron, whisky o ajenjo.

Era curioso ver aquel conjunto,
aquel grupo bohemio,
del que brotaba la palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que, melosa y delicada,
la música de un verso.

A cada nueva libación, las penas
hallábanse más lejos del grupo,
y nueva inspiración llegaba
a todos los cerebros,
con el idilio roto que venía
en alas del recuerdo.

Olvidaba decir que aquella noche,
aquel grupo bohemio
celebraba entre risas, libaciones,
chascarrillos y versos,
la agonía de un año que amarguras
dejó en todos los pechos,
y la llegada, consecuencia lógica,
del “Feliz Año Nuevo”...

Una voz varonil dijo de pronto:
—Las doce, compañeros;
Digamos el “requiéscat” por el año
que ha pasado a formar entre los muertos.
¡Brindemos por el año que comienza!
Porque nos traiga ensueños;
porque no sea su equipaje un cúmulo
de amargos desconsuelos...

—Brindo, dijo otra voz, por la esperanza
que a la vida nos lanza,
de vencer los rigores del destino,
por la esperanza, nuestra dulce amiga,
que las penas mitiga
y convierte en vergel nuestro camino.

Brindo porque ya hubiese a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente mi venganza;
si en mi cielo de tul limpio y divino
no alumbrara mi sino
una pálida estrella: Mi esperanza.

—¡Bravo! Dijeron todos, inspirado
esta noche has estado
y hablaste bueno, breve y sustancioso.
El turno es de Raúl; alce su copa
Y brinde por... Europa,
Ya que su extranjerismo es delicioso...

—Bebo y brindo, clamó el interpelado;
brindo por mi pasado,
que fue de luz, de amor y de alegría,
y en el que hubo mujeres seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron con la frente mía...

Brindo por el ayer que en la amargura
que hoy cubre de negrura
mi corazón, esparce sus consuelos
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de goces, de ternuras,
de dichas, de deliquios, de desvelos.

—Yo brindo, dijo Juan, porque en mi mente
brote un torrente
de inspiración divina y seductora,
porque vibre en las cuerdas de mi lira
el verso que suspira,
que sonríe, que canta y que enamora.

Brindo porque mis versos cual saetas
Lleguen hasta las grietas
Formadas de metal y de granito
Del corazón de la mujer ingrata
Que a desdenes me mata...
¡pero que tiene un cuerpo muy bonito!

Porque a su corazón llegue mi canto,
porque enjuguen mi llanto
sus manos que me causan embelesos;
porque con creces mi pasión me pague...
¡vamos!, porque me embriague
con el divino néctar de sus besos.

Siguió la tempestad de frases vanas,
de aquellas tan humanas
que hallan en todas partes acomodo,
y en cada frase de entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente,
y libaciones y reír y todo.

Se brindó por la Patria, por las flores,
por los castos amores
que hacen un valladar de una ventana,
y por esas pasiones voluptuosas
que el fango del placer llena de rosas
y hacen de la mujer la cortesana.

Sólo faltaba un brindis, el de Arturo.
El del bohemio puro,
De noble corazón y gran cabeza;
Aquél que sin ambages declaraba
Que solo ambicionaba
Robarle inspiración a la tristeza.

Por todos estrechado, alzó la copa
Frente a la alegre tropa
Desbordante de risas y de contento;
Los inundó en la luz de una mirada,
Sacudió su melena alborotada
Y dijo así, con inspirado acento:

—Brindo por la mujer, mas no por ésa
en la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer ¡desventurados!;
no por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.

Yo no brindo por ella, compañeros,
siento por esta vez no complaceros.
Brindo por la mujer, pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos:
por la mujer que me arrulló en la cuna.

Por la mujer que me enseño de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero;
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y que me dio en pedazos,
uno por uno, el corazón entero.

¡Por mi Madre! Bohemios, por la anciana
que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y muy deseado,
porque sueña tal vez, que mi destino
me señala el camino
por el que volveré pronto a su lado.

Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dio vida,
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía,
y lloró de alegría,
sintiendo mi cabeza en su corpiño.

Por esa brindo yo, dejad que llore,
que en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.

Por la anciana infeliz que sufre y llora
y que del cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella;
por mi Madre, bohemios, que es dulzura
vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida, estrella...

El bohemio calló; ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura,
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura.



"Año Nuevo", de Rubén Darío.

AÑO NUEVO.
por Rubén Darío.

A las doce de la noche, por las puertas de la gloria 
y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre, 
sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria, 
San Silvestre. 

Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara, 
de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión; 
y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para 
Salomón. 

Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina, 
y su capa raras piedras de una ilustre Visapur; 
y colgada sobre el pecho resplandece la divina 
Cruz del Sur. 

Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco 
donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero? 
Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco 
del Arquero. 

A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno 
el inmenso Sagitario no se cansa de flechar; 
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno 
y le cubre los riñones el vellón azul del mar. 

Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora; 
doce aljabas cada año para él trae el rey Enero; 
en la sombra se destaca la figura vencedora 
del Arquero. 

Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo 
misterioso y fugitivo de las almas que se van, 
y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo 
con sus alas membranosas el murciélago Satán. 

San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes, 
del celeste Vaticano se detiene en los umbrales 
mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes 
inmortales. 

Reza el santo y pontifica y al mirar que viene el barco 
donde en triunfo llega Enero, 
ante Dios bendice al mundo y su brazo abarca el arco 
y el Arquero.




martes, 23 de diciembre de 2014

"LETRILLA DE LA VIRGEN MARÍA ESPERANDO LA NAVIDAD", de Gerardo Diego.

LETRILLA DE LA VIRGEN MARÍA ESPERANDO LA NAVIDAD.
Por Gerardo Diego.

Cuando venga, ay, yo no sé
con qué le envolveré yo,
con qué.

Ay, dímelo tú, la luna,
cuando en tus brazos de hechizo
tomas al roble macizo
y le acunas en tu cuna.
Dímelo, que no lo sé,
con qué le tocaré yo,
con qué.

Ay, dímelo tú, la brisa
que con tus besos tan leves
la hoja más alta remueves,
peinas la pluma más lisa.
Dímelo y no lo diré
con qué le besaré yo,
con qué.

Y ahora que me acordaba,
Ángel del Señor, de ti,
dímelo, pues recibí
tu mensaje: «he aquí la esclava».
Sí, dímelo, por tu fe,
con qué le abrazaré yo,
con qué.

O dímelo tú, si no,
si es que lo sabes, José,
y yo te obedeceré,
que soy una niña yo,
con qué manos le tendré
que no se me rompa, no,
con qué.

jueves, 18 de diciembre de 2014

"El primer beso", poema de Amado Nervo.

EL PRIMER BESO.
Por Amado Nervo.

Yo ya me despedía.... y palpitante 
cerca mi labio de tus labios rojos, 
«Hasta mañana», susurraste; 
yo te miré a los ojos un instante 
y tú cerraste sin pensar los ojos 
y te di el primer beso: alcé la frente 
iluminado por mi dicha cierta. 

Salí a la calle alborozadamente 
mientras tu te asomabas a la puerta 
mirándome encendida y sonriente. 
Volví la cara en dulce arrobamiento, 
y sin dejarte de mirar siquiera, 
salté a un tranvía en raudo movimiento; 
y me quedé mirándote un momento 
y sonriendo con el alma entera, 
y aún más te sonreí... Y en el tranvía 
a un ansioso, sarcástico y curioso, 
que nos miró a los dos con ironía, 
le dije poniéndome dichoso: 
-«Perdóneme, Señor esta alegría.»











viernes, 12 de diciembre de 2014

"En paz", de Amado Nervo.

EN PAZ.
por Amado Nervo.

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, 
porque nunca me diste ni esperanza fallida, 
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; 
porque veo al final de mi rudo camino 
que yo fui el arquitecto de mi propio destino; 
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, 
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: 
cuando planté rosales, coseché siempre rosas. 

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: 
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! 
Hallé sin duda largas las noches de mis penas; 
mas no me prometiste tan sólo noches buenas; 
y en cambio tuve algunas santamente serenas... 

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. 
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!








miércoles, 3 de diciembre de 2014

Poema sobre la Muerte, recitado por Roberto Gómez Bolaños, "Chespirito".






Homenaje en Colombia, en el año 2009, a Roberto Gómez Bolaños.

Voy a decir uno de los poemas, de los poquitos que me sé (dijo Roberto Gómez Bolaños al público):
"Yo que iba tan tranquilo
acercándome a mi vida terrenal
De pronto dudo y vacilo…
¿Es verdad que no hay asilo para el alma?
¿Qué morir es dejar de existir?
¿Qué la fugaz existencia no tiene la trascendencia que me dejaron intuir?
¡No, eso no, por favor!
Yo, con mi libre albedrío, me atrevo a decir, Dios Mío, que debe haber un error
Y, perdóname señor, si con esto te incomodo
Sin embargo, de algún modo, te lo tengo que decir:
¡No me vayas a salir con que aquí se acaba todo!"

viernes, 7 de noviembre de 2014

"La amenaza de la flor", de Alfonso Reyes.

LA AMENAZA DE LA FLOR.
Por Alfonso Reyes.


Flor de las adormideras:
engáñame y no me quieras.

¡Cuánto el aroma exageras,
cuánto extremas tu arrebol,
flor que te pintas ojeras
y exhalas el alma al sol!

Flor de las adormideras.

Una se te parecía
en el rubor con que engañas,
y también porque tenía,
como tú, negras pestañas.

Flor de las adormideras.
Una se te parecía...
Y tiemblo sólo de ver
tu mano puesta en la mía:
¡Tiemblo no amanezca un día
en que te vuelvas mujer!




viernes, 24 de octubre de 2014

"Yo fui la más callada", de Julia de Burgos.

YO FUI LA MÁS CALLADA.
Por Julia de Burgos.

Yo fui la más callada 

de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto. 

No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales, 
ni las sordas campanas de ancestrales reflejos; 
mi ruta era la música salvaje de los pájaros 
que soltaba a los aires mi bondad en revuelo... 

No me cargaron buques pesados de opulencia, 
ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo; 
encima de los buques mi rostro aparecía 
silbando en la redonda sencillez de los vientos. 

No pesé la armonía de ambiciones triviales 
que prometía tu mano colmada de destellos: 
sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil 
el trágico abandono que ocultaba tu gesto. 

Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida. 
Te parecías al mar, resonante y discreto. 
Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos. 
Sobre mí te seguiste como el sol en los pétalos. 

Y caminé en la brisa de tu dolor caído 
con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto: 
tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes 
en inmenso río blando corriendo hacia el desierto. 

Un día, por las playas amarillas de histeria, 
muchas caras ocultas de ambición te siguieron; 
por tu oleaje de lágrimas arrancadas al cosmos 
se colaron las voces sin cruzar tu misterio... 

Yo fui la más callada. 
La voz casi sin eco. 
La conciencia tendida en sílaba de angustia, 
desparramada y tierna, por todos los silencios. 

Yo fui la más callada. 
La que saltó la tierra sin más arma que un verso. 
¡Y aquí me veis, estrellas, 
desparramada y tierna, con su amor en mi pecho!



viernes, 3 de octubre de 2014

"Gradas", de Ramón Xirau.

GRADAS.
Por Ramón Xirau.


a Ana María


I

Las estrellas nos miran lentamente 
cierran sus ojos las bahías. 
El arco de luz cerca los cabos en la ruta del fuego,
foques, banderas en las barcas, fosco 
el fuego atónito de las naranjas, 
en el aguanueva de los naranjales. 
Las bridas de caballos pensados, pesados, imaginados, 
lentamente nos guían igual que las estrellas, 
cobarde noche, no puede con nosotros,
tu oscuridad de marivientos 
y raíces en el acantilado. 
¡Ah, todo canta, canta 
en las encrucijadas del desierto: arco breve del mar!

Calamar, astro-nieve, lentamente me deslumbran 
(el sol en las espumas 
hace castillos breves de marinieve y trigo). 
Los labriegos se mueven —leve moverse—
Como en casa de Brueghel, 
como los ríos se mueven; 
no, que se anudan en las pinturas altas 
de balcones abiertos,
en las huellas en un sueño 
que reflejan las purísimas
aguas de un ojo que no veo
ni puedo ver con ojos carnales, 
¡oh dioses del mar, oh dioses encendidos!

(Grupo exacto e intacto de flores amarillas
en las sendas del bosque, 
en los atajos de la vista me cercan, beben, cantan, 
—no, no me cercan. 
¡Ah, barcas! 
Lentamente los ángeles de viento 
y de poniente ríen, 
las flores de los áloes me esperan 
no sé dónde o lo sé poco,
más allá de las fuentes
¡Oh, barcas! 
Todo es ejercicio de belleza
sobre las olas azulencas.)

Los áloes, las miradas del cabo
—mar adentro—, 
flores de espuma, crecen.
Mediodía. Todo es silencio
 y en la roca el mirar tuyo crece, 
nunca visible, 
mas visible eternamente
como la ola visible. 
Arena toda como tronco 
y maderas todas leves
como la luz sencilla, 
memoriosa mente.

(Chillan gaviotas-naves, oro leve 
y Dios pensar del pensamiento horrorizado 
el pico restauradoramente-isleño 
y cree y creo
mimosa luz, 
congoja honesta,
¡oh, río, de mirar irritado, 
malquiere, malo, duele!
¡oh, barcas, barca, barcas,
oh, las barcas!)

Una hoja navega en este río
y es verde y pura 
mar de luz .


XI

Barcas de mar azul,
los olivos ramos y remos de todo pájaro
hablan, cantan, con luz
que no admite tinieblas. 
Se abren los libros,
se abren todos los signos —
barcas, barcas—
las estrellas nos miran lentamente,
cierran sus ojos las bahías. 
El arco de la luz a pesar de dolor, 
canta, todo canta,
cuando las naranjas maduras, 
en el campo verde caen y son luz,
¡ah, mar, de barcas, barcas, barcas,
en la bahía abierta, en el cristal
de la bahía de las barcas, barcas, cuando
las naranjas se abren en el cielo!