domingo, 28 de septiembre de 2014

"Mi muchacha salvaje", de Pablo Neruda.

MI MUCHACHA SALVAJE.
Por Pablo Neruda.


Mi muchacha salvaje, hemos tenido
que recobrar el tiempo
y marchar hacia atrás, en la distancia
de nuestras vidas, beso a beso,
recogiendo de un sitio lo que dimos
sin alegría, descubriendo en otro
el camino secreto
que iba acercando tus pies a los míos,
y así bajo mi boca
vuelves a ver la planta insatisfecha
de tu vida alargando sus raíces
hacia mi corazón que te esperaba.
Y una a una las noches
entre nuestras ciudades separadas
se agregan a la noche que nos une.
La luz de cada día,
su llama o su reposo
nos entregan, sacándolos del tiempo,
y así se desentierra
en la sombra o la luz nuestro tesoro,
y así besan la vida nuestros besos:
todo el amor en nuestro amor se encierra:
toda la sed termina en nuestro abrazo.
Aquí estamos al fin frente a frente,
nos hemos encontrado,
no hemos perdido nada.
Nos hemos recorrido labio a labio,
hemos cambiado mil veces
entre nosotros la muerte y la vida,
todo lo que traíamos
como muertas medallas
lo echamos al fondo del mar,
todo lo que aprendimos
no nos sirvió de nada:
comenzamos de nuevo,
terminamos de nuevo
muerte y vida.
Y aquí sobrevivimos,
puros, con la pureza que nosotros creamos,
más anchos que la tierra que no pudo extraviarnos,
eternos como el fuego que arderá
cuanto dure la vida.



"Poema 20", de Pablo Neruda.

POEMA 20.
Pablo Neruda.


Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, 
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» 

El viento de la noche gira en el cielo y canta. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. 
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 

Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche está estrellada y ella no está conmigo. 

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, 
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.






"La canción desesperada", de Pablo Neruda.


LA CANCIÓN DESESPERADA.
Pablo Neruda.

Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy. 

El río anuda al mar su lamento obstinado. 

Abandonado como los muelles en el alba. 
Es la hora de partir, ¡oh abandonado! 

Sobre mi corazón llueven frías corolas. 
¡Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos! 

En ti se acumularon las guerras y los vuelos. 
De ti alzaron las alas los pájaros del canto. 

Todo te lo tragaste, como la lejanía. 
Como el mar, como el tiempo. ¡Todo en ti fue naufragio! 

Era la alegre hora del asalto y el beso. 
La hora del estupor que ardía como un faro. 

Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego, 
turbia embriaguez de amor, ¡todo en ti fue naufragio! 

En la infancia de niebla mi alma alada y herida. 
Descubridor perdido, ¡todo en ti fue naufragio! 

Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo. 
Te tumbó la tristeza, ¡todo en ti fue naufragio! 

Hice retroceder la muralla de sombra, 
anduve más allá del deseo y del acto. 

Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí, 
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto. 

Como un vaso albergaste la infinita ternura, 
y el infinito olvido te trizó como a un vaso. 

Era la negra, negra soledad de las islas, 
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos. 

Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta. 
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro. 

¡Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme 
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos! 

Mi deseo de ti fue el más terrible y corto, 
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido. 

Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas, 
aún los racimos arden picoteados de pájaros. 

Oh la boca mordida, oh los besados miembros, 
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados. 

Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo 
en que nos anudamos y nos desesperamos. 

Y la ternura, leve como el agua y la harina. 
Y la palabra apenas comenzada en los labios. 

Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo, 
y en él cayó mi anhelo,¡todo en ti fue naufragio! 

¡Oh, sentina de escombros, en ti todo caía, 
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron! 

De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste. 
De pie como un marino en la proa de un barco. 

Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes. 
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo. 

Pálido buzo ciego, desventurado hondero, 
descubridor perdido, ¡todo en ti fue naufragio! 

Es la hora de partir, la dura y fría hora 
que la noche sujeta a todo horario. 

El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa. 
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros. 

Abandonado como los muelles en el alba. 
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos. 

Ah más allá de todo. Ah más allá de todo. 

Es la hora de partir. ¡Oh abandonado!





jueves, 25 de septiembre de 2014

"La montaña rusa", de Aurelio Guzmán (poema para niños).

La montaña rusa.
Por José Aurelio Guzmán Martínez.
Estoy montado en una serpiente
l  a  r  g  u  í  s  i  m  a
que comienza a reptar.
subimos…
subimos,
Subimos,
Ya no quiero estar aquí.
Me sujeto con fuerza a su piel.
¿Qué hago arriba de un animal
que toca el cielo?
Bajamos,
         bajamos,
                     bajamos…
Aparecen los gritos ocultos
en las bocas.
Algunos brazos se levantan.
Yo me tomo con más energía
al reptil
y aprieto los ojos:
         Vueltas,
vueltas,         vueltas
         y vueltas.
Les suplico a mis padres
que me rescaten,
pero no me oyen.
Una lágrima sale por mi párpado
a observar el panorama,
en este paseo eterno.
La serpiente para.
Me desmonto.
Mi alma aún tiembla
mientras me alejo.
¿Estaré loco?

¡Quiero hacerlo una vez más!

* Este poema forma parte del libro "La Feria: poesía para niños", disponible en Google Play y Amazon.

jueves, 18 de septiembre de 2014

"Caminante, no hay camino", de Antonio Machado.



Extracto de Proverbios y cantares (XXIX).

De Antonio Machado.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.






viernes, 12 de septiembre de 2014

"TU ÚLTIMO LECHO", por José Aurelio Guzmán Martínez.

"TU ÚLTIMO LECHO".
Por José Aurelio Guzmán Martínez.

El paisaje fúnebre de una tarde
sin ti:
las flores blancas, tristísimas;
el dolor ensimismado en tu ausencia,
el viento con su afligido canto,
bullicio de tumbas,
lágrimas lloviendo a cántaros
sobre la tierra húmeda,
sobre tu último lecho.
El recuerdo perenne de tu risa
emerge en tu despedida,
igual que el calor de tus labios
y el Sol en tu mirada.

domingo, 7 de septiembre de 2014

"A ese hombre", de Yanira Soundy.


"A ESE HOMBRE".
Yanira Soundy.


Pienso en ese hombre que besa como si el mar fuera a

desbordarse, que siembra su sonrisa en mi piel con la altivez de
la espiga, que dibuja mi soledad sobre la niebla.
Pienso en ese hombre, dócil a mis ojos, fiel, pleno, íntegro.
En su vuelo humedecido sin tiempo y sin espacio.
Como primavera sobre el trigo del otoño.
Pienso en ese hombre que inventa soles, aguas de seda al tacto
y una verdad sencilla para amarme.
Ese hombre cierto, inconstante, mío.
En el callado temblor de sus latidos, en sus ojos de oscuros
desafíos.
Pienso en ese hombre que me espera con dulce arrobamiento.
En su cabello de trigo que me inunda en un pleamar de pétalos y
trinos.
Ese hombre:
Sol salvaje, río de música y silencio, pájaro en el alba.
Pienso en ese hombre y hay aroma en la música y color en el
aroma, claveles recién abiertos y flores niveas en mis sueños.