Brillantemente ataviado, un galante caballero,
viajó largo tiempo al sol y a la sombra,
cantando su canción, a la busca de El Dorado.
Pero llegó a viejo, el animoso caballero, y
sobre su corazón cayó la noche porque en ninguna
parte encontró la tierra de El Dorado.
Y al fin, cuando le faltaron las fuerzas, pudo
hallar una sombra peregrina. —Sombra— le
preguntó—¿dónde podría estar esa tierra El Dorado?
—«Más allá de las montañas de la Luna, en
el fondo del valle de las sombras; cabalgad,
cabalgad sin descanso—respondió la sombra—, si
buscáis El Dorado...».
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