Vivía sólo en un mundo de lamentaciones y
mi alma era una onda estancada, hasta que
la bella y dulce Eulalia llegó a ser mi pudorosa
compañera, hasta que la joven Eulalia, la de
los cabellos de oro, llegó a ser mi sonriente
compañera.
¡Ah! las estrellas de la noche brillan bastante
menos que los ojos de esa radiante niña!
Y jamás girón de vapor emergido en un irisado
claro de luna, podrá compararse al bucle más
descuidado de la modesta Eulalia, podrá
compararse al bucle más humilde y más descuidado
de Eulalia, la de los brillantes ojos!
La duda y la pena no me invaden jamás,
ahora, porque su alma me entrega suspiro por
suspiro. Y durante todo el día, Astarté resplandece
brillante y fuerte en el cielo, en tanto que
siempre hacia ella, mi querida Eulalia, levanta
sus ojos de esposa, en tanto que siempre hacia
ella mi joven Eulalia eleva sus bellos ojos
violetas!…
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